La fe nos mueve, nos sostiene y es, la antorcha que ilumina nuestro andar. Caminar en oscuridad es tropezar, es caerse, es perderse y por lo tanto puede llevarte a una terrible angustia. Caminemos juntos hacia la luz.
El hombre no soĢlo se expresa verbalmente; tiene otros medios y modos, entre ellos la mirada. Ā”QueĢ mirada tan expresiva!, solemos decir.
Hay miradas indiferentes y de indiferencia, concupiscentes, irrespetuosas; miradas que te desnudad .
hay tambieĢn miradas de ternura, confidenciales, alentadoras..
ĀæCoĢmo era la mirada de JesuĢs?
A JesuĢs no soĢlo no hay que perderle de vista (Hb 12, 1-2), sino que
tampoco hay que perder de vista su mirada ni su punto de mira, el corazoĢn. Los evangelios conservan diferentes Ā«miradasĀ» de JesuĢs; si los ojos son el reflejo del alma, a traveĢs de ellas podremos llegar a conocer los Ā«sentimientos de Cristo JesuĢsĀ» (Flp 2,6), para interiorizarlos y hacerlos propios. Y todos
necesitamos ese cruce de miradas clarificador, pues en la mirada de Cristo se percibe la profundidad de un amor eterno e infinito que toca las raiĢces maĢs profundas del ser.
El modo de ser y de hacer de JesuĢs nos traducen la mirada de Dios. Descubrir esa mirada profunda,
personal y cordial manifestada en JesuĢs nos ayudaraĢ a superar los miedos, a deshacer las dudas y a iluminar las oscuridades de nuestro caminar en la vida, sabiendo que Ā«TuĢ me sondeas y me conoces… y que todas mis sendas te son manifiestasĀ» (Sal 139, 1-3).











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